Gracias. Gracias por derramar tu dolor en mi, por hacerme sentir vacío, cuando el vacío eras tú.
Gracias. Gracias por convertir tus heridas en odio hacia otros, hacia mi. Por hacerme sentir menos, cuando el de la autoestima quebrada eras tú.
Gracias. Gracias por negarme dentro de círculos sociales, por poner un mar de mentiras sobre mi. Por creer que yo era nadie, cuando quien no sabía amar eras tú.
Gracias. Gracias por enseñarme que el bien siempre se acompaña del mal, por enseñarme que del corazón, dependen las palabras de la boca.
Gracias. Gracias por hacer mi vida difícil, por hacerme sentir que el sol y la luna, eran mi única compañía, cuando quizá el más solo eras tú.
Gracias. Gracias por no amarme, porque me amé más. Por no hablarme, porque hablé más.
Gracias. Gracias por hacerme gritar en mi cuarto, porque el ruido del silencio era cada vez más alto. Por hacerme ver la vida en silencio.
Gracias. Gracias porque gracias a ti, me encontré, me amé, me di una segunda oportunidad.
Gracias. Gracias por existir, porque le das un balance a lo que llamamos: bien y mal.
Gracias. Gracias porque hoy vivo, a veces con frío, a veces con tormentas, a veces simplemente con ruidos de silencio, pero vivo.
Una carta para ti, para mí, para todos los que hemos alguna vez ocasionado una herida a alguien.