Nacemos con la pasión que algún día encontremos la melodía perfecta que hará danzar nuestro corazón, que hará danzar las melodías del alma, de los sentimientos, de cada pensamiento que nos vuelve únicos. A medida pasa el tiempo, nos damos cuenta que entre más sentimos, menos decimos, entre más queremos gritar, menos sonido hacemos, y es ese momento en el que nos damos cuenta que la melodía no siempre es un canto de ruiseñores, sino más bien, una gota de lluvia, una gota de lluvia del ojo hacia la mejilla; una gota de lluvia del corazón hacia el alma.
Y es que las palabras, en su más pura y genuina esencia, son la extensión del corazón, la extensión de lo que sentimos, por lo que amamos, por lo que cada día nos despertamos. Y al final, la vida recae a qué si moriremos llenos de pasión, o si moriremos llenos de una tormenta interminable. Que tu melodía sea la más parecida a la vida, amando intensamente con el corazón, diciendo las palabras más puras del corazón.